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no quitó los pequeños templos donde el pueblo seguía quemando incienso y ofreciendo sacrificios a los dioses.

Cuando Amasías creyó que tenía el control del país, mató a todos los oficiales que habían asesinado a su padre. Sin embargo, no mató a los hijos de los asesinos, pues en la ley que Dios le dio a Moisés dice: «Nadie debe ser castigado por un crimen que no ha cometido. Los padres no deben morir por culpa de sus hijos; y los hijos no deben morir por culpa de sus padres».

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